Noches en el desierto--La hija del millonario--Rico, sexy y soltero by Susan Stephens

Noches en el desierto--La hija del millonario--Rico, sexy y soltero by Susan Stephens

autor:Susan Stephens
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788411059633
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2011-03-15T00:00:00+00:00


Capítulo Nueve

A la mañana siguiente, Pam, Alex y Yelena se reunieron en el despacho de ésta.

Yelena iba vestida con un recatado pantalón gris y camisa de seda azul, pero cada vez que Alex la miraba, se le calentaba la piel como si hubiese estado en ropa interior. Y luego recordaba lo ocurrido la noche anterior. Yelena se había quedado con una incómoda sensación de anhelo.

Al volver a Diamond Bay, se había bajado de la moto antes de que Alex apagase el motor, le había dado las gracias por la cena y se había ido casi corriendo a su habitación.

–¿Quieres café, Yelena?

Levantó la vista para mirar a Pam, que tenía una taza en la mano.

–Sí, gracias –le respondió, con una sonrisa en los labios. Dio un sorbo y luego dejó la taza encima de la mesa.

–He pensado que podríamos hablar de qué queremos con esta campaña. Todos sabemos lo que ha publicado la prensa durante los últimos meses, y mi intención es darle la vuelta.

–¿Cómo vas a hacer que todo el mundo olvide lo que se ha dicho en los periódicos? –preguntó Alex, con una ceja arqueada.

–Eso no puedo hacerlo. Tenemos que centrarnos en las cosas buenas: las obras de caridad, los trabajos con la comunidad, para contraatacar. Por ejemplo, Pam… –sonrió a la madre de Alex–. Tu idea de la fiesta me encantó. Ya tengo un plan de acción en el que podemos trabajar.

A Pam se le iluminó el rostro.

–Estupendo. He pensado que podríamos alquilar ropa de la boutique a la gente de aquí, para que puedan venir vestidos de manera elegante, pero no sientan que estamos haciendo un acto de caridad con ellos.

–Buena idea –dijo Yelena sonriendo–. Tiene que ser una acción lenta, pero constante a lo largo de los próximos meses. También quería hablaros del tema de las entrevistas.

–¿Qué quieres que digamos? –la interrumpió Alex.

Yelena lo miró a los ojos, pero antes de que le diese tiempo a responderle, él añadió:

–Espera, quería decir que qué es lo que debemos decir.

–La verdad –respondió ella.

El rostro de Alex se ensombreció.

–El público ya tiene la verdad.

–Pero no dicha por vosotros.

–Yelena tiene razón, Alex –comentó Pam–. Tú no has dicho nada acerca de… esa noche.

–Mamá. ¿De verdad quieres que vuelva a desenterrar el tema?

Madre e hijo se miraron con complicidad y Alex frunció el ceño.

–Está bien –dijo después–. ¿Qué más tienes, Yelena?

–Alex –dijo ella con firmeza–. Llevo trabajando en esto desde que salí de la universidad, hace casi ocho años. He llevado cientos de campañas de músicos, políticos, médicos y banqueros de toda Australia.

–Lo que…

–Por favor, deja que termine. Me elegiste porque soy buena, así que, ¿te importaría confiar en mí?

–Confío en ti –respondió él sin dudarlo.

–¿Y piensas que voy a hacer algo sin tu aprobación?

–No.

–Entonces, confía en mí –le dijo, tendiéndole una lista–. Habrá entrevistas, sí, pero sólo con periodistas a los que conozca bien. Personas justas y compasivas.

–Claro –replicó él, en tono irónico.

Eso la molestó.

–Sí. Lo creas o no, también hay buenas personas en la prensa. Diamond Falls tiene una excelente política medioambiental, y eso le encanta a la gente.



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